Me parece que ambos textos dialogan.
Me quedé pensando cuando Emiliano dice que más allá de la deuda (más allá del psicoanálisis como pago de deuda) comienza la vida. Esa alusión a la vida. Como a veces quedando por fuera. Es una idea freudiana de que la transferencia analítica creaba un “reino paralelo entre la enfermedad y la vida”. Pero la vida irrumpe y distorsiona las líneas paralelas. Y Marité dice que al padre que encarnó la función se lo puede amar de otro modo (siguiendo cómo podría pensarse un “nuevo amor”). Si “encarnar” fuera “dar vida”, si sólo lo que encarna cobra vida, si el Padre Ignacio en nuestra ciudad encarna una palabra verdadera (es un fenómeno religioso indudable, me parece) y ningún representante de la iglesia oficial, aún con sus títulos bien obtenidos institucionalmente han generado un fenómeno así, en el psicoanálisis otra vuelta nueva a esa religiosidad encarnada podría estar en esa identificación que menciona Marité, “orientada por lo real del grupo”, diseminando una congregación única en el padre. ¿Podrían las redes virtuales de la tecnología post-moderna brindar el espacio adecuado para propiciar tal orientación? Al estatuto del padre lo viene transmutando la elaboración que hace solita la cultura, los nuevos modos de amar ya no parecen ser sólo una idea lacaniana sino el real que obstaculiza estar a la altura de la época con nuestra dialéctica.
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