Título: DE ENREDOS Y DIVANES
Autor: Marité Colovini
“Opino que las teorías no hay que hacerlas, sino que deben presentársele a uno como intrusos, mientras se está ocupado en investigaciones de detalle.” (Freud, S. 31/7/1913)
"Vivir no es necesario, lo que es necesario es crear” Pessoa, F. Navegar é preciso. El libro del desasosiego.
1- Enredos:
Abordar la lectura de la correspondencia de Freud con varios de sus discípulos (Jung, Ferenczi, Abraham, Jones) me llevó a encontrarme con una frase de Michael Balint, encargado de ser el intermediario entre Anna Freud y Elma Palos, poseedoras de la correspondencia Freud-Ferenczi, que es la que dio título a éste texto.
El 11 de mayo de 1966, Balint le responde a Elma con una carta que finaliza diciendo:
“He aquí los enredos de los diferentes divanes”.
Su alusión al modo en que los acontecimientos de la vida íntima de los pioneros del psicoanálisis y de sus allegados, irrumpía en la escena de los análisis, aún el del propio Balint, dio forma a la pregunta sobre el modo en que la transferencia no se limita a los personajes en torno al diván, sino que se enlaza de forma insospechada constituyendo un enredo que toca a la vida misma de los psicoanalistas, de los analizantes, de las instituciones en las que se agrupan y en las que participan y también, se extiende a la posición del psicoanálisis mismo en tanto discurso.
Los enredos han sido estudiados por los topólogos, formando parte de la teoría de nudos, ya que la definición mínima de enredo es, en topología: “Un enredo (”tangle”, en inglés) es una configuración de dos cuerdas disjuntas dentro de una bola tridimensional, cuyos extremos son cuatro puntos fijos del borde de la bola que llamamos NO, NE, SO, SE”. Hay múltiples formas de enredos, ubicando uno que se llama infinito, que es el que tiene dos cuerdas verticales sin cruzarse. Al igual que los nudos o las trenzas, dos enredos son equivalentes si al manipularlos podemos pasar del uno al otro, sin soltar los cuatro puntos fijos. A partir de un enredo podemos formar un nudo, simplemente uniendo los extremos. John Conway introdujo una notación de enredos para describir nudos como clausura de enredos. Este novedoso método le permitió clasificar los nudos hasta 10 cruces, mejorando así la clasificación anterior dada por Rolfsen que listaba los nudos hasta 9 cruces.
Hay múltiples aplicaciones de estas teorías, para mencionar sólo algunas, podemos situar el modo de enlace de las cadenas de ADN, y la más clásica: la red en cibernética.
Pero, quizás, podemos encontrar también en la teoría psicoanalítica el modo en que Jacques Lacan intentó a partir del seminario XX, enredarse con las cuerdas de lo real de la clínica.
2- Lo real de la clínica:
En las Reuniones sobre el pase de finales de los años setenta, Lacan decía:
«Lo único importante es el pasante, y el pasante es la cuestión que yo planteo, a saber: qué es lo que puede pasar por la cabeza de alguien para autorizarse a ser analista. Quise tener testimonios; naturalmente, no tuve ninguno [ ... ] desde luego, este pase es un fracaso completo».
En la Proposición, Lacan plantea:
“Hay algo de real en juego en la formación del psicoanalista. (….) ese real provoca su propio desconocimiento, incluso produce su negación sistemática”.
Lo interesante es que es precisamente sobre ese real sobre el que se fundan los agrupamientos de analistas. Y lo que la historia demuestra es que es por desconocer ese real, por negarlo sistemáticamente, que los agrupamientos padecen, cuando el retorno de lo rechazado se manifiesta.
Si Lacan mismo pudo decir que es a ese real al que hay que identificarse, para no estar para encerrar, también anunció que los psicoanalistas se ocupaban de cubrir con una sombra espesa ese empalme.
Desconocer el punto sobre el que nos fundamos cuando nos agrupamos, cubrirlo con una sombra espesa…. ¡No puede no tener consecuencias!
3- La transferencia y sus enredos:
Decía en el comienzo que quería preguntarme por los enredos transferenciales y por el modo en que estos mismos enredos se manifestaban en la vida de los colectivos de analistas y sin lugar a dudas producían sus efectos en el terreno de los divanes.
Partía de considerar el modo en que Freud mismo fue llevado por los enredos a escribir sobre la transferencia, y especialmente sobre el amor de transferencia.
La historia del psicoanálisis está edificada sobre esos mismos enredos: Breuer-Anna O.-Freud; Jung-Sabina Spielrein-Freud; Ferenczi-Elma-Freud; Jones-Loë Kann-Freud y (según Falzeder) , Freud-Elfriede Hirschefeld-Freud ( o el Psicoanálisis). Podemos ver que en cada uno de éstos “enredos” hay también cuerdas y nudos que hacen a la teoría psicoanalítica y a la historia de sus instituciones.
En otros trabajos me ocupé del llamado (por el mismo Jung) “sucio escándalo” Jung-Spielrein , justamente interrogando el lugar del amor para las mujeres, y también el punto de empalme entre el nudo del amor y lo femenino. En esa ocasión, lo hice a partir del modo en que Lacan ubica en el corazón mismo del amor, el deseo y por lo tanto el objeto causa de deseo.
Creo que es preciso añadir el modo en que Lacan conecta al amor de transferencia con el saber, para introducir al Sujeto Supuesto al Saber, como el punto alrededor del cual se edifica el lazo transferencial.
Llegamos así a distanciar la cuestión de la transferencia de la “persona” del analista, ya que el sujeto supuesto saber es una formación del inconsciente desprendida tanto de la persona del analizante como de la persona del analista. Es por éste abordaje del saber y su enlace con el amor llamado de transferencia, que Lacan puede ubicar en el centro de la práctica analítica lo que llama deseo del analista.
El deseo del analista, justamente, le permite a Lacan situar la operación que separa el Ideal del yo del a, y así, dar por tierra con un final de análisis que se soporte en la identificación con el analista, siendo más bien que lo que lleva al final en una práctica lacaniana, es la caída del SSS y del a (en tanto semblant) que el analista es llevado a hacer.
Entonces, se trata de que el a, único invento de Lacan, permite pensar la transferencia de otro modo y el amor de transferencia puede entonces devenir odioamoramiento.
4- Los riesgos del analista:
“Ser difamados y ser abrasados por el fuego del amor con el que operamos, éstos son los riesgos de nuestra profesión, por los que no vamos a colgar los hábitos. Navigare neceese est vivere non neceese . Por cierto. ¿Estás con el diablo que eres tú, y temes la llama?” (Freud-Jung 134E, 9/3/1909).
Dos cuestiones: la difamación y el abrasamiento pasional, que Freud sitúa como los riesgos del analista. Ya en 1909, el genio freudiano le permitía entrever lo que Lacan llamaría “la obscenidad del grupo”. De hecho, no tardará mucho en escribir Tótem y tabú, texto que tiene de fondo las delicias de la ordalía de psicoanalistas.
El modo en que leyó en Sigmund Freud Más allá del principio del placer, le ha permitido a Jacques Lacan, ubicar el deseo en el amor, hacer emerger en la escena analítica lo que llamó deseo del analista, revelar el acto inaugural de un analista llamándolo pase, fundar una Escuela donde sólo había sociedades, inventar el dispositivo que llamó cártel para propiciar efectos de discurso sobre los de grupo, y hasta disolver aquello que él mismo había fundado, cuando se reveló funcionar al contrario de su propuesta.
Entiendo que la apuesta de 1967 así como la de 1980, fue ir más allá del horror, de la Verleugnung que Lacan le adjudica a sus contemporáneos respecto al objeto de angustia, objeto finalmente expulsado al término del proceso del análisis, lugar que el analista es llevado a ocupar, elección crucial que marca el punto de pasaje de analizante a analista.
Que el deseo lleve la muerte inscripta en él, no hizo retroceder a Lacan, aún cuando sobre él mismo pesaron de forma importante los dos riesgos que Freud anunciaba en 1909, y al que podemos agregar el de ser negociado, ser objeto de traición, tomando en cuenta las palabras con que inaugura el seminario XI.
¿Destino fatal para el psicoanalista?
La pulsión de muerte, con sus correlatos fenoménicos, no puede evitarse. Y es más, cuando se la rechaza, cuando se la desconoce, sus retornos son feroces y estragantes.
En el corazón de la experiencia analítica, encontramos ese punto tan violento, tan extraño, tan éxtimo. Y éste es el fundamento en el que Lacan confía para decir: “un analista se autoriza de sí mismo” Es ese sí mismo que se alcanza cuando un análisis ha tocado el punto límite, es ese des-ser que adviene cuando el analizante elige, sin saberlo, ocupar para otros ese lugar de objeto que se revela caído irremediablemente. Y es éste mismo el único punto de experiencia sobre el que debe empalmar el grupo analítico, según Lacan, punto pivote de la articulación del análisis en intensión con el análisis en extensión.
Como sucedió con Más allá del principio del placer y sus tesis en los analistas posfreudianos, pareciera que sucede con la lectura de la Proposición del 9 de octubre en los analistas contemporáneos. Al menos, si seguimos atentamente lo que acontece en los agrupamientos.
Por que si no: ¿cómo entender que continuemos citando a Lacan aún (o especialmente) en sus últimos argumentos, mientras la burocracia se instala en nuestras “sociedades”, mientras la moral pequeño burguesa hace posible la difamación, mientras se promueve el amor incondicional a quien se sitúa como excepción?
5- Articulación del psicoanálisis en intensión y el psicoanálisis en extensión.
De enredos y divanes: nombre que propongo para interrogar la articulación de la intensión y la extensión. Nombre que se apoya en el modo en que lo que sucede en la intimidad de la escena analítica, en los divanes, se extiende al grupo analítico, y hace que
“…..El grupo se define como una unidad “síncrono” (synchrone) cuyos elementos son los individuos. Pero un sujeto no es un individuo. (….) Esto cojea en el grupo analítico, precisamente porque él no puede ser “síncrono” sino síntoma (symptôme), pero no cojea en el escrito donde me ciño a la cuestión”.
Ceñirse a la cuestión de la Proposición, implica al menos para mí, que el nombre de Escuela no sea confundido con lo escolar, que el síntoma sea para nosotros el eje a partir del cual pueda entreverse la verdad del sujeto, que la singularidad no se confunda con la individualidad.
Ceñirse también implica que hacer comunidad de experiencia no se trata de la identificación al líder, que si bien ese efecto de grupo es inevitable, es el deseo del analista lo que puede oficiar de separador.
Es muy importante ubicar que una cosa es que la Escuela sea un síntoma y otra que sea un síncrono. Porque un síncrono implica la unidad de individuos en virtud de un mismo movimiento de identificación. Y cuando esto es así: ¿Dónde queda la “iniciativa del analista” a la que Lacan apela en 1967?
En 1980, cuando Lacan disuelve su Escuela por: “haber fracasado”, dice:
“….en producir Analistas de aquesta (de la Escuela); A.E que estén a la altura”.
Consultado acerca de que sería estar a la altura, responde:
“Que se relea mi proposición de octubre de 1967 (….) funciona, por lo menos que se la abra “.
Se trata de no cerrar los ojos ni la boca. Leer y decir.
¿No son éstas dos acciones las que distinguen al analista como practicante de un discurso?
Leer lo que como síntoma acontece y decir la interpretación, política de los psicoanalistas cuando de síntoma se trata, aún en los lazos o en la ruptura de los lazos que debieran reunirnos.
La transferencia, en cuyo centro linda el amor con el deseo, por lo tanto, en cuyo centro se dirime la lucha entre Eros y Tánatos, es lo que más allá de los divanes, hace al lazo entre analistas. Enredarse puede parecer una cosa absolutamente loca, pero es transferencia.
Si pensamos con los pies, tenemos que saber en qué estamos embrollados, sólo para poder saber hacer algo con eso.
En la medida en que el odio no sea destructor , no sea de la especie que intenta la eliminación del otro, darle lugar tanto en los divanes como en los lazos que conformamos, implica que la alteridad y el Heteros no sean el obstáculo insalvable.
En la medida en que el amor no sea pasión imaginaria, no sea de la especie del amor divino, darle lugar en los lazos que conformamos podrá incidir en los divanes como puesta de relieve de la relación al saber.
La historia del psicoanálisis se escribe también con lo que estamos haciendo hoy. Por eso, es importante decir antes que nos llegue la “amnesia del acto”.
Octubre de 2009
Posescriptum: Luego de leer mi trabajo y participando en la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis de Bahía Blanca 2009, se me ocurrió que mi trabajo versa sobre la humanidad de los psicoanalistas. Quizás se trata de volver a pensar en que los analistas somos humanos, y que en tanto tales, más allá de la función y la posición que ocupamos en el dispositivo del análisis, padecemos de los males humanos, nos sorprendemos por las pasiones humanas, y afectamos nuestras relaciones y lazos con esos mismos males y pasiones.
Pero a diferencia de otros humanos, tenemos una herramienta poderosa justamente para darle tratamiento a nuestros malestares, por lo que, si podemos, entonces debemos, utilizarla.
También, creo que es importante enmarcar mi texto con algunas reflexiones surgidas de la filosofía política: las relaciones de amistad/enemistad, son un componente fundamental en el proceso de elaboración de las formas de vida, para que alcancen un nivel de politicidad. Ahora bien: es preciso diferenciar la enemistad de la hostilidad. Si el enemigo es "tu propio problema tomando forma", la hostilidad es el choque en ausencia de todo vínculo, de cualquier forma de reconocimiento del otro. El hostis es justamente el no-otro, el exterior sin figura que o nos es indiferente o nos es puramente intrusiva. Cuando impera la hostilidad generalizada, se busca la neutralización de las formas de vida, es decir, la cancelación de la elaboración que permita que las formas de vida alcancen un umbral de politicidad
Masotta decía que en psicoanálisis no se trata de hacer política sino de hacerla posible.
1 comentario:
¡Claro! Es la elaboración del modo de vivir lo que se lleva a la dimensión política ¡Es exactamente lo que dijo Lacan que produjeron estas relaciones privilegiadas (por esto mismo, por esa idea con la que concluís tu escrito para la Lacano): el amor griego; el amor cortés, su reversión en el romanticismo y... ¡la transferencia específica del psicoanálisis! (pasando de la mano de Lacan por el objeto insólito del surrealismo)... permitirían elaborar los modos de vida y, desde allí, hacer política... (no me acepta comentarios más extensos este espacio, da para conversar largo tu escrito; los mando a la Red) Estaría el problema de cómo el grupo de psicoanalistas recibe (o no) lo que los análisis no terminan de alojar, o que deben expulsar (desde el objeto del deseo, sólo constituido como tal por su pasaje en el amor -por la intervención del analista, si se decide a hacerla-, hacia el objeto de la angustia) Me gustó mucho... muy bueno...
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