lunes, 14 de diciembre de 2009

Sólo ocurrió una vez, Por Héctor García

Esto no es un poema de amor, o tal véz si?... Vale la ambiguedad, si logra transmitir, dar cuenta quizás, del pasaje por esa experiencia inédita, renovada cada véz



de la primera entrevista en el análisis y los avatares de aquello que llamamos "transferencia". No tengo otra fuente en la que abrevar, si pretendo dar testimonio de alguna verdad, que la propia vivencia, que el viaje hacia mi pasado... Así que cualquier similitud con la realidad, no es mera coincidencia, es el suelo dónde nos paramos quienes trabajamos desde el psicoanálisis y el material con el que se construye la cotidianeidad de nuestra práctica. La transferencia puede ser juego de espejos en un laberinto interminable, es sin duda "zona de riesgo" por esencia y definición, pero es también y tal véz paradógicamente, la razón suficiente y necesaria, el punto de amarre de cualquier intervención y la escala en la que medimos, las posibles eficacias...







Solo ocurrió una vez ...







Que te miré y me miraste, sobre todo me miraste.... y me sentí mirado... por primera vez, me sentí mirado y tal vez aprendí a mirar... hoy no lo podría decir con exactitud....

se me olvidan las fechas y los días, se agolpan los recuerdos, forman fila las emociones en una extensa caravana de imágenes y palabras..

se agigantan los espacios, resuenan los silencios y puedo percibir el transcurrir azaroso del tiempo...



...y el cálido reflejo de tu voz

apagándose en un ritmo

cadencioso

y confidente...

y la clave silenciosa junto a las llaves

del candado...

y la noche sin estrellas y sin luna

de aquél asalto brutal

a mi pasado...

territorio de espectros complacientes

de duendes huidizos

y siniestros

de lobos feroces

y alocados...



solo fué que me miraste,

que un instante bastó

para creerte...

que un momento bastó

para olvidarme,

y un segundo sirvió para perderme

y una lágrima vino a rescatarme...

y tan solo así

y así solo

sin arreglos ni trajes a medida

fuí trepando la cuesta

de los tiempos

desafiando las historias repetidas...



solo pasó que me miraste, con ojos

de cielo despejado...

y en la tarde borrascoza de los míos

solo el miedo asomaba

reflejado...

pués en las pausas temerarias

del silencio

me enseñaste a jugar con lo sagrado

con apuestas clandestinas y en penumbras

cuál si fuese un convicto

desahuciado...



desahuciado del amor y de la vida...

con fecha de vencimiento

y código de barras

que estimando mi precio arancelaban

las consignas devaluadas

de mi alma...



solo por mirarme,

en una tarde

de noviembre...

hallaron un lugar

las promesas olvidadas...





Dedicado con mucho cariño a María Inéz Miraglio, mi analista por tantos años...






Héctor García

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