lunes, 14 de diciembre de 2009

Aporte a: Divulgación no es vulgarización, Por Marrita Sotta

ENFERMAR PUEDE DECIR OTRAS COSAS


(La consulta al psicoanalista ante la enfermedad)



Margarita Scotta



Cuando enfermamos

La enfermedad nunca se piensa como un suceso accidental dentro de la vida. Inmediatamente se la somete al esfuerzo mental de “asumirla” o “entenderla”; entonces, alguien se agota en las ideas que intentan pensar la nueva realidad de su cuerpo. Y se intenta la adaptación del sujeto al diagnóstico que recibió.



Nos exigimos

Y lo más valioso de una persona surge en su desadaptación.



Tenemos un cuerpo

Pero el cuerpo (y sus fenómenos) no es completamente traducible al terreno de las que ideas que podemos hacernos sobre él. Los sucesos del organismo (ese interior inaccesible de la envoltura del cuerpo) permanecen ajenos a lo que somos. Y cuando no toleramos ese misterio nos empecinamos en una identificación imposible con el cuerpo a través de la enfermedad.



No somos un cuerpo

Entonces, convertimos nuestra enfermedad (además) en una hipocondría (esa pasión por que todo signo o señal remita a la enfermedad).



Lo indescifrable

Entonces, leemos los informes de laboratorio antes de dárselos al médico. Ahí donde no podemos leer más que la anticipación de nuestras fantasías atemorizadas. A la enfermedad le agregamos la compulsión por saber sobre ella. Y las ideas nos atormentan por no poder transferir lo indescifrable a otro.



Alguien debe saber

Enfermar nos lleva a someternos a la necesidad de saber sobre lo que le pasa a nuestro cuerpo. Y la figura del médico carga con la certeza (de la que a su vez desconfiamos) de que hay alguien que sabe acerca de lo que me afecta. Tiene que haberlo.



Hay algo imposible de conocer

Internet con sus cúmulos de información acerca de las enfermedades debilita la confianza en el médico y nos suplanta a nosotros mismos en la búsqueda de qué es verdaderamente lo que nos pasa.



Pensar la enfermedad

Como un acontecimiento entre otros de la vida, tan crítico, tan punzante, tan conmovedor como tantos otros. Pensar que quizás ni siquiera sea el más importante de nuestra existencia, ni el que nos ha puesto más en riesgo, ni el más significativo, ni el más revelador de algo nuestro.



Podemos olvidar

Seguramente, hasta hemos pasado por pruebas más difíciles. Sencillamente, hemos olvidado que ya las pasamos.



Podemos nombrarnos de otro modo

¿Para qué adosar el nombre de la enfermedad que nos diagnosticaron a nuestros otros nombres? ¿Cómo devolverle su valor de accidente, de azar, de imprevisible, de fuera de cálculo, a esa enfermedad que pretende ser nuestra? Esto, para descansar, además del sufrimiento de la enfermedad, de la afección que provocan las ideas que nos hacemos sobre ella. Somos mucho más que el report médico de nuestro cuerpo.



Lo verdadero nuestro

Somos otras cosas. Que ni siquiera sospechamos. Y, quizás, descuidamos que no es lo fundamental que nos está pasando, necesariamente, el haber enfermado. Seguramente hay otras cosas más vinculadas a nuestra verdad. Pero insistimos en pegarnos a las noticias del cuerpo.



Existe un cuerpo libidinal no leído por el hemograma

Nos olvidamos que la libido es la energía psíquica que suele infiltrarse en los procesos del organismo sin que nos demos cuenta y hasta puede llegar a enturbiar la visión de las ecografías.



El sentimiento clave al enfermar

La culpa no se alimenta al necesitar del cuidado de otros cuando enfermamos sino al sentirnos reducidos a esos cuidados.



Lo invisible

Hay quienes logran tomar lo inoportuno de una enfermedad como una oportunidad. No luchan contra ella. No desesperan dentro de ideas bélicas. Se dejan tomar por su impacto traumático como si fuera cualquier otro y como arrastrados por un río no bracean contra su potencia sino que se dejan llevar hacia una orilla, como si la vieran, aunque aún no sea visible.



Lo que podemos escuchar

Hablando con un psicoanalista podríamos escuchar distinto lo que decimos. Las cosas que nos pasan –además de pasarnos- también pueden significarse de otro modo. Y esto cambia nuestra realidad.



Margarita Scotta

Psicoanalista

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