viernes, 2 de abril de 2010

De qué cura el psicoanálisis en la vida amorosa? por Mragarita Scotta

REVELACIONES PSICOANALITICAS




Margarita Scotta



LA REPETICION:

Que la “relación de amor” es una de las elaboraciones más complejas del vínculo humano, es otra de las confirmaciones del tratamiento psicoanalítico. Porque donde alguien decida hablar de su historia ante un testigo (que no hablando de la suya oficiará como psicoanalista o lugar de la palabra) por escucharse distinto lo que dice, rememorando podrá separarse de “lo que ha sido” y “sigue siendo” –quizás sin saberlo- siempre para otro.

De lo contrario, ya lo decía Freud: “El que no recuerda, repite”.



LO MISMO:

Así, en el proceso de un análisis, se embarca quien siente que de nuevo cayó en lo mismo; otra vez lo angustia y no sabe qué; reiteradamente el tropiezo con esa piedra o el volver a quedar en el lugar de siempre; el de la vieja historia conocida; “eso” que deja una sensación imprecisa, como si la verdadera vida estuviera quedando por fuera.



LA RESERVA:

Como los psicoanalistas no podemos hacer público lo que escuchamos y desciframos en un análisis personal, vuelvo a un relato cinematográfico como llave de paso hacia el nudo que representa (en el análisis) la relación de amor, recordando aquel eficiente mayordomo inglés (interpretado por Anthony Hopkins en “Cuando termina el día”) que mantiene –inexplicablemente- a distancia toda su vida el amor de aquella mujer.

Al mismo tiempo que el relato en imágenes va pasando como su vida misma, en ese espacio de tensión nunca atravesado hacia la dama, al servicio del amo –o súbdito del padre- sosteniendo sus emblemas de clase, que no son los suyos, o que terminan siéndolo a costa de su renuncia a la búsqueda de un camino propio que, finalmente constituye su vida, quizás no cuestionando una verdad dolorosa, “eso” que le viene del padre o el lugar en el que quedó para hacerse hijo (relatos a los que asisto como psicoanalistas sin dar asistencia sino recorriendo su misteriosa pregunta).



LO NO VIVIDO:

La vida que lo enorgullece y humilla, la que manteniendo bien a raya la “trampa” de un amorío cualquiera, le asegura ese territorio virtual siempre desviado: lo no vivido pero preservado como posible (de vivirse).



LA POSIBILIDAD:

No hay quien no se haya preguntado estando del lado oscuro de la pantalla que materializa nuestra propia ficción (por algo toca hasta la emoción “eso” que Hopkins actúa) ¿de qué tendrá alguien que protegerse tanto? ¿Cuándo hará la jugada que detiene en un tiempo eterno? ¿La hará o no la hará? Y, si la hace o no la hace ¿es porque podría tener tanto valor una simple escapada amorosa o un affaire entre otros, apenas un curte, o tan sólo una tranza?



EL DESVIO:

Ya sea que le pongamos palabras con ecos literarios o tonada vulgar, ninguna alcanzará el significado de lo que allí (en este cruce de caminos) se juegue para ese hombre al margen de su apuesta; pero que, sin embargo, por dejar ese margen sin decir consigue tener una vida. Porque resulta que esa postergación es lo que, justamente, ha dado sentido a su vida. Y, además, le ha permitido tenerla. Si buenos amigos lo animaran –“pero dale…”- estarían lejos de entender el valor de ese territorio silencioso. “Andá por el sí total al no ya lo tenés” sería el consejo inútil que empuja a elegir entre dos rutas opuestas y excluyentes. Y acá se trata del Otro sendero. Un atajo que auténticamente conduce a la posibilidad (pero no de tener una mujer).



LA RELACION DE AMOR:

A él se le presentó por ahí (estamos ante los accidentes irrepetibles de cada historia singular); ese brete sentimental y tonto fue –aunque parezca mentira- el que tomó el relevo de la meta crucial de su existencia.

Recién empezaremos a entender algo, a condición de pensar la “relación de amor” como “un espacio entre dos” en un “tiempo de encrucijada” que no es tic-tac de reloj, donde “algo” verdadero del sujeto “podría” ser revelado; en ese particularísimo vínculo que contiene siempre una chance, o mejor dicho, asegura “la” chance como tal (como opción que abriría una diferencia).



LO NO SABIDO:

Y esto, asombrosamente, se logra por mantener como aún no manifestado “algo” que es una verdad nuestra. Pero que no sabemos. O, mejor dicho, a cuyo saber no podemos acceder (debido a que, precisamente, es lo que incluye lo diverso en lo repetido y suele tener que ver con un amor adecuado en el pasado pero desadaptado hoy, un resplandor del padre o de la madre que, increíblemente, todavía encandila nuestro presente).



LO VERDADERO:

Hay “algo” que únicamente contará con la posibilidad de su manifestación en ese lugar donde lo evitamos; siempre y cuando la “relación de amor” resulte esa onda, o esa química, o ese enganche que comienza a contener la potencia reveladora. Luego, podrá declararse o no; legalizarse o ilegalizarse; se la nombrará de ese modo o de otro; incluso, lo que llamamos “relación de amor” podría producirse en una relación ya instituida, o no; pero nunca es lo fundamental el epílogo (el final feliz o desdichado no es lo que escribe la historia) sino lo que estaba “antes”, señalando su porvenir impresionante (y esto es porque el inconciente existe más allá de nuestras planificaciones).



ENTRE-DOS:

Si surge una creación donde dos se cruzan es porque una necesidad, en cada uno, de conocer (al fin) algo verdadero (de ellos mismos) los hizo tropezarse. Entonces, es apenas arriesgarse a unirse desde lo que cada uno, todavía, no sabe de sí mismo pero por el hecho azaroso de ese encuentro, tendrá, recién entonces, la ocasión de saber. Y por esto mismo decidirse a tamaña aventura puede resultar lo más fantástico o la peor catástrofe.



EL RIESGO:

Sólo sintiendo que se atraviesa ese inmenso riesgo es que podría conseguir entrar dentro de la vida (no el amor, sino esa verdad nuestra que, en realidad, es con lo que no queremos encontrarnos; por supuesto, jamás se trata de aquella mujer o de aquel hombre, aunque este sacudón o movida no fue sin ellos).



NO ES LO COMÚN:

No se trata de tener cosas en común o pasarla bien, tampoco es un logro de la terapia de pareja ni del esfuerzo por construirla, sino de la lucidez un poco ciega de estar dispuesto a sentirse uno mismo pero antes dejando de serlo. (Es otra lógica; otro enlace; otro desenlace; diverso al que viene listo para consumir a través de las explicaciones sociales).



LA TRANSFORMACION:

Es comprobable; sólo se enamora quien necesitaba cambiar algo y un encuentro amoroso siempre surge como bisagra en los momentos fuertemente transformadores de una vida. Por algo, Freud también relacionó el mecanismo psíquico del enamoramiento con el sentimiento que mantiene cohesionado el fenómeno de masa, justamente en los momentos revolucionarios en donde se vive como posible desmantelar los cimientos mismos de una sociedad. Movimientos generadores de grandes temores y destrucción pero también de atmósferas de libertad y profundas modificaciones.



LAS SIGNIFICACIONES:

Y así el amor puede variar sus significados desde el impulso revolucionario hasta la caridad religiosa, desde el recuerdo imborrable de los instantes más intensos hasta el horror que quisiera borrarse. Lo que luego podrá decirse nunca cubrirá lo que conmovió antes.



EL SECRETO:

Si fuera así, entonces, para aquel mayordomo fiel, abordar una mujer implicaba mucho más que una conquista. O, quizás, ¿estaría escondida en esa mujer, la conquista de un lugar para él, más allá del que le había destinado su relación de amor como hijo? ¿Qué era “lo” amado en el padre que le impedía serle infiel yendo hacia un nuevo amor -¡cuya oportunidad él mismo había creado sin saberlo en aquella dama!? ¿La obediencia a qué cosa para siempre secreta mantuvo bien lejos, incluso lejos de él mismo, siendo el corazón de su ser, a “eso” que lo hacía ser? (son las preguntas mismas de un guión de análisis).



UNA MUJER PARA UN HOMBRE:

Y algo más: ¿En qué momento clave de su existencia sustituyó la mujer por la coartada íntima de su posibilidad?

3 comentarios:

Héctor dijo...

Me gustó la lectura que haces de la película. Una mujer como sostén y posibilidad de una existencia. La posibilidad del amor, más allá de su concreción en la realidad, dándole sentido a la vida...
Bellas tus reflexiones sobre el amor...Héctor

Margarita Scotta dijo...

Gracias, Héctor, por tu comentario; le da un sesgo a mi escrito (más viniendo de alguien que tiene mucha soltura con la escritura). Y quitándole belleza a las reflexiones, diría que ese amor tuvo la cara del síntoma para aquel mayordomo, pero no lo pudo aprovechar para salir del amor al padre (chance que se presentó para su existencia en aquella Dama); sí, el sentido de su vida se agotó en el amor al padre, sí, sentido u orientación de su deseo (tema que venimos tratando de articular ¿no?)

.... dijo...

¡Un agudo comentario en una hermosa articulación!

...

"El que no recuerda repite", repito esta película porque no la recuerdo... pero ni siquiera recuerdo si alguna vez la ví. Hablan de ella... me escucho hablando de ella. No me quedan opciones entonces: repito.
(Mi película sobre un texto de una película que no se si vi.)

Como en el espacio de un sueño: la verdadera vida: por fuera.

El amor pone en reserva los emblemas sociales, las habladurías, los chismes, la casta, la sangre, la herencia y la posesión toda puede ponerse en riesgo de una apuesta loca... por poseer a quien se quiere.
¿Estamos hablando de posesiones y conquistas?
Se puede... en ese espacio de sueño, pero, ¿se debe?

La trampa de lo no vivido: intento de cerrar cuentas con viejos anhelos, aquello con que la vida nos "tentó", al menos alguna vez, lo que hubiésemos querido que sea nuestro "destino" y no ha podido ser sino un escollo. Otra vez: la tentación de lo que nunca pasó.

Como en una cinta de moebius, lo que en determinado momento de la vida hubiese sido el paraíso deseado (un curte con "ella") en otro momento es la promesa del más amargo sufrimiento.
Entre el antes y el ahora una ética que no culpa, más allá -quizás más acá- de la moral.

"El no ya lo tenés", y también una colección esmerada en obtener distintos no´s. No a esto y a lo otro. Incluso nosotros decimos (a otros) y nos decimos (a nosotros mismos) todo el tiempo que no. En el no aprendimos y en el no perduramos, "no es no", lo pedimos -en cambio el sí es más complejo de definir, "si es sí" parece más un silogismo que una afirmación clara-; añoramos el no como al pan nuestro de cada día, o al mana. El no nuestro de cada día, que también son muchos nos,
nos otros...

Tiempo de encrucijada. El tic tac del reloj. El conejo blanco de Alicia pasa corriendo hacia el agujero y la posibilidad de que el mundo abandone -quizás para siempre- su estado "lógico", "normal", "cotidiano". Tiempo que abre a distintos tiempos.
¿Ficción? ¿La que quedó de qué lado?

Lo no sabido.

Química, onda: inexplicable. Y nada más verdadero.

Entre dos, al filo de uno mismo. Apertura al vértigo.

Riesgo: que se rompa el velo que nos separa del mundo. Riesgo: caer sin red. Riesgo: que haya un testigo de una locura incompatible.

El común de los mortales lo ha vivido alguna vez. Lo común entre los mortales es callarlo. Hay hasta sociedades casi de auto ayuda -morales- que se reúnen para no hablar de eso.

Momento de revolución y de revoluciones aceleradas. El tiempo de los mitos abriéndose. Sangre alborotada... gusto a libertad.

El que lo mira de afuera puede sonreir cómplice o llenarse de piedad cual monjita casada con Dios -con esa Única Verdad que no admite variaciones.

Por eso mejor mantenerlo en secreto.


Mi película, sobre una película que ya recuerdo no haber visto nunca.
Lo demás... un epílogo: ¿cuándo es que la piel se hace papel (o rol: personaje)?