martes, 8 de junio de 2010

Trabajo presentado por Claudio Cabral en las 1º Jornadas de la Red de Psicoanalistas-Misiones.

ABLEHNUNG


(Desautorización)



Claudio Cabral.



El hecho de ignorar el auditorio en que se leerían éstas reflexiones, me pone en la advertencia de no hacer de esto un dialogo conmigo mismo, ni el otro extremo: decir lo que se supone que el Otro quiere escuchar. Entre estas dos, comienzo. Y comienzo agradeciendo la riqueza que implica éste evento de encontrarnos para trabajar en psicoanálisis.

Digo que es un evento, un verdadero evento, porque es un encuentro que se produce por primera vez y no hay garantías de que se repita, aunque todos esperamos que si, pienso.



¿Cómo practicamos el psicoanálisis hoy? Es la pregunta que nos convoca.

ABLEHNUNG, dice Freud en su interrogación por lo inconsciente, que en tanto tal incluye el analista, que paga con palabras, condición necesaria para que ocurra la desautorización de lo oído, que no es una neoformación podríamos decir, sino una cierta repetición.



Si rescato la palabra desautorización es porque nos diría algo de la represión, en tanto no es lo mismo, aunque tiene que ver con ella. Tampoco es desestimar, rechazar o negar (denegar), es desautorización: ablehnung.



Suele ocurrir que en los comienzos de una formación y una práctica, como en los que estamos varios de nosotros, las preguntas giren en torno a cómo hacer o qué hacer como analistas en la dirección de una cura. Preguntas que a veces toman el tinte de cómo hacer bien o correctamente, en la dirección de una cura. En ese meollo tienen raíces mis preguntas, que me han traído a la desautorización.



Freud nos enseña lo “poco servible” del si y del no como respuesta del analizante a una intervención del analista. Aun así, suele ocurrir que nos contenta una afirmación-aceptación del analizante y nos preocupa una desautorización (ablehnung); cuando en cualquiera de las dos podría estarse jugando una resistencia. Haciendo lugar aquí, en la resistencia, al analista, en la representación reprimida y desautorizada aquí y ahora en el trabajo analítico.



Para comenzar partiré de la cita donde Freud plantea: “si comunicamos a un paciente una representación que él reprimió en su tiempo y hemos logrado colegir, ello al principio en nada modifica su estado psíquico. Sobre todo no cancela la represión ni, como quizá podría esperarse, hacen que sus consecuencias cedan por el hecho de que la representación antes inconsciente ahora devenga consciente. Al contrario, primero no se conseguirá mas que una nueva desautorización (ablehnung) de la representación reprimida”. 1



Aquí me permito una reflexión respecto a la cancelación de las consecuencias de la represión por el hecho de devenir consciente una representación, reprimida, claro. Además de poder leer aquí que ya no alcanza como meta de la cura el devenir consciente lo inconsciente; con lo que nos encontramos es con la práctica del psicoanálisis hoy. En tanto cierto saber del psicoanálisis ya es patrimonio común de muchos (patrimonio cultural, si se quiere) por lo cual casi nadie se asombra del complejo de Edipo, ni de que hay represión de ciertos componentes de la sexualidad… aun así, eso no impide las consecuencias de la represión. El problema, me parece, es que si quienes nos ponemos en el lugar del analista nos contentamos con reencontrar las formalizaciones del psicoanálisis en los dichos del analizante, (cuando no en su conducta), por ejemplo. Eso no es lo reprimido.

En lo que me quiero detener es en la desautorización, nueva desautorización dice Freud, de la representación reprimida, comunicada por el analista.



Lo que me hizo detener en ésta palabra ablehnung, que la encontré buscando otra cosa, lo que me hizo reparar en ella es el fragmento de una sesión:



De ésta joven, lo que menos puede decirse es que está comprometida con su análisis. Es decir, hay transferencia. “Lo que menos puede decirse es que está comprometida con su análisis” no es lo que quería escribir, ya que lo que quise escribir es “lo menos que puede decirse es que está comprometida con su análisis”.



Le hago lugar a los dos dichos (escritos) porque los dos son de alguna manera así: ella ha vencido varios obstáculos que amenazaban con interrumpir su análisis, como la oposición de su madre, por no haber sido convocada por el psicólogo a una entrevista, siendo que se trataba de una menor de edad. Sorteó ese obstáculo, es decir, lo menos que puede decirse es que está comprometida con su análisis.

Por lo que aquí quiero decir, salto al fragmento de la sesión del cual lo que menos puede decirse es que está comprometida con su análisis.



-(…) pienso que ese desacuerdo se lo hago saber a la profesora no respondiendo a sus preguntas, no participando en su clase… aunque generalmente mis participaciones en las clases son contadas…

-¿Contadas por quién? –pregunta el analista.

- (silencio) ¡Cuando digo contadas, quiero decir que son pocas!



Me parece muy importante ésta desautorización en ésta analizante, puesto que es en transferencia. Aun incluyendo que no es fácil ser escuchado a la letra, es comenzar a decir, o desautorizar al Otro con la palabra, y ya no al modo de la inhibición: “ese desacuerdo se lo hago saber a la profesora no respondiendo, no participando en su clase”…que es un modo de continuar sosteniendo al Otro… “no decir ni una palabra”…

Ahora bien, ¿Quién cuenta las participaciones del sujeto sino el superyo? La pregunta no era ingenua, devela la posición del sujeto en la repetición. Escuchada aquí como una repetición.



Continúa Freud en la cita: “pero de hecho el paciente tiene ahora la misma representación bajo una doble forma (…) posee el recuerdo consciente de la huella auditiva de la representación que le hemos comunicado, (…) y lleva en su interior el recuerdo inconsciente de lo vivenciado”2

Esto nos lleva a la representación-cosa inconsciente y a la representación-cosa más la representación-palabra preconsciente. Quizá la pregunta: ¿Contadas por quién? Apuntaba a aflojar los lazos entre representación-cosa y representación-palabra preconsciente. Lo llamativo para mi, tratándose de esta analizante, es que no asociara lo que la pregunta hacía escuchar, con lo “contada de cerca” que está su carrera universitaria por sus padres… tiempo al tiempo de comprender.

Podríamos decir entonces, que la desautorización forma parte del trabajo de escritura en un análisis. Puesto que aunque permite desautorizar la representación reprimida, permite al mismo tiempo tirar los hilos que podrían trenzar y destrenzar las posiciones del sujeto. De eso no hay garantía, pero sí la posibilidad, quizás.

Unas sesiones después dice bajo la forma del enojo: “mi madre guardó cosas en mi armario, claro, porque ahora que me traje algunas cosas a Rosario, yo tengo lugar” lugar que si cuenta para la madre, enoja. Es del sujeto. No es tanto la conducción de éste análisis lo que quiero compartir aquí, sino lo que los avatares del sujeto puesto bajo la cuenta, me hace interrogar al superyo.



Heredero del complejo de Edipo, sádico como en la melancolía. Con lo que aquí me encuentro es con ésta desautorización de quien ha dicho: mis actos son contados ¿Por quien? y no continúa. Estoy aquí tomando aquello que plantea Alain Didier-Weil en la clase del 8 de mayo de 1979, del seminario 26 “La topología y el tiempo” de Lacan.

Cito: “…localización de una dialéctica de la palabra del sujeto hablante en tanto que habitado, diría, por un cierto ritmo temporal, ritmo de tres tiempos como el vals, que exigiría finalmente que el sujeto tenga que contar hasta tres para decir una palabra (…) habría un primer superyo del cual la función sería ordenar al sujeto ‘no dirás una palabra’ un segundo superyo del cual la función sería enunciar ‘no dirás dos’ y un tercero del cual la función sería ‘no dirás tres’” 3



Sin entrar por ahora en las complicaciones de éste planteo, retengo la exigencia de contar hasta tres para decir una palabra. Entiendo aquí palabra plena. Lo que nos permite correr el acento puesto en la comunicación desautorizada del analista, para ponerlo en el trabajo psíquico que le implica al sujeto producir esa palabra. Caemos de nuevo en que ésa desautorización es parte del trabajo.



Entonces ¿Toda desautorización (ablehnung) indica en la dirección de la cura la producción de una palabra de alto voltaje psíquico? El “todo” en la pregunta mas que un intento de universalización, es un intento de trazar la diferencia entre una noción fundamental (o concepto fundamental), de un orientador en la dirección de la cura, que requiere de una lectura del analista.



Entonces esta ablehnung tiene que ver con estos tiempos del superyo; está a merced de los “no”. En tanto el superyo es la instancia paterna hecha propia, identificación mediante. Es el padre quien dice no.

Con esto pensaba anoche en la transmisión que nos hizo Néstor Destéfanis con “Dos entrevistas, un caso?” cuando el paciente hace llegar mas rápido al padre, pasar semáforos en rojo (no respetar el tiempo de la ciudad), es decir se trataría también del tiempo en que llega el “no”

El padre dice “no” en tres tiempos: no en lo real, no en lo simbólico y no en lo imaginario.

Muchas Gracias.









1- FREUD, Sigmund "Lo inconsciente" Obras Completas. Tomo XIV Pág. 171 Amorrortu Editores

2- Idem

3- LACAN, Jacques Seminario 26 "La topología y el tiempo" clase del 08/05/79 Inédito.

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