lunes, 22 de marzo de 2010

Con Freud, entre arengas y actitudes, para Psicoanálisis con calle.

por Héctor García

¡Pongan huevos, carajo!, manga de cagones!...se escuchaba en una tarde de domingo, que languidecia estrepitosamente al compás del lamento furioso de un hincha, que fervoroso y apasionado, sufría las consecuencias desastrosas de la mala preformance de su equipo, que parecía deslizarse rápida e inexorablemente hacia el descenso de categoría, mala cosa por supuesto....


El insulto-arenga, que semana a semana podemos escuchar, en un país y una ciudad que respira y transpira fútbol en abundancia, sonaba como una venganza admonitoria, como el final anunciado de un recorrido libidinal, en el que se podía intuir lo precario y a la vez necesaria e irremediablemente fugáz y transitorio, de aquellos encuentros amorosos fundados en la pasión y el "flechazo" recíproco y fulminante. La cumbre de un éxtasis fabuloso, suele parecerse mucho en intensidad y arrebato, al cáos de reproches, al encono cuasi asesino y las ganas "de no verte nunca más", como cantaba Valeria Linch unos años atrás...



En aparente consonancia con esto, esa noche se podía escuchar a un conocido comentarista deportivo, pontificando con vehemencia que el equipo en cuestión, no mostró la "actitud" necesaria y suficiente que sin duda hacía falta en momentos tan decisivos, y lamentablemente tendría que atenerse a las consecuencias...

Me quedé pensando... huevos, actitud?, ¿que se le reclamaba exactamente a quién tenía por delante la responsablidad y la "obligación" de no defraudar, de colmar las expectativas que entre líneas, dejaban asomar el preámbulo de una angustia inminente?

El despliegue semántico a que me llevó, infructuosamente, el pequeño ensayo que intenté, detrás de dos palabras que parecían abrochadas a los lugares comunes en los que arroja anclas nuestra "prosapia" lenguajera posmoderna, ese destino inexorable al que sometemos a algunas palabras... apremiados quizás por una necesidad expresiva, cuyos intentos muchas veces sólo refllejan la incertidumbre y el miedo que nos agita, y que a la vez parece constituir últimamente, el único motor dispuesto a empujar el barco...

Decía, la búsqueda de respuestas consistentes, desechados los recursos habituales, parecía detenerse en aquellas definiciones académicas que no reflejaban de ninguna manera la vitalidad que poseen los significantes, cuando van de la mano con la historia y la época en que se vive...

El pequeño Larousse ilustrado no me servía esta véz para mis própositos. Así que, echando mano a un Freud tantas veces requerido y salvador, traté de orientarme en los meandros subjetivos, que esconden silenciosos las claves de nuestras conductas y construyen el universo sintáctico en el que solemos perdernos habitualmente, en pos de los espejismos de nuestras urgencias....



Para tener actitud, ¿hay que poner huevos? o viceversa, para poner huevos, ¿hay que tener actitud?

Si intentaba asomarme por sobre el berenjenal en el que me había metido, podía divisar claramente la estrella que guiaba mi nave en plena tempestad. Los "huevos", la "actitud", solamente cobraban relevancia entonces, como mascarones de proa, como los atributos visibles de una "voluntad" desconocida, de una fuerza ignorada y oculta que venía a poner orden, que otorgaba sentido y dirección, y que encontraba en las distintas "actitudes" la expresión más o menos ajustada, a los fines que mi reciente hallazgo proponía....

Con la ayuda de Freud, había encontrado los espacios y reductos del deseo. Ese duende esquivo y enigmático, habitante privilegiado de nuestra lengua, señor de pausas, bordes e intersticios. Eureka!, había encontrado quién debía dirigir la orquesta, no había ninguna posibilidad de melodía sin él.¿ Acaso se habían preguntado por el deseo de esos once "cagones" que salian a la cancha, el afamado periodista o el hincha quejumbroso y despechado?, seguramente que no.



¿Cuanto pesaba el yugo de la exigencia, del triunfalismo, del "negocio que está en juego" , sobre once almas que parecían decidir su destino en noventa minutos?. ¿Cuanto pesaba el éxito televisivo, para que este buen señor decidiera ignorar un aspecto esencial de la condición humana, tál véz porque nunca se había preguntado por lo esencial de su vida?. ¿Que trataba de ignorar el hincha destemplado, con la agresividad del insulto y la pasión desenfrenada? ,¿tál véz la emergencia de un deseo que reclamaba su atención y le pedía que aflojara un poco con una costumbre que lo entretenía pero a la véz lo devoraba?.

Deseo que una cultura de nuevo milenio parece empeñarse en rechazar y marginar, aislándolo en sus articulaciones, relegándolo a frases hechas y a palabras rimbombantes o estridentes, como si fuera un enemigo peligroso y amenazante, algo que es preciso vigilar y tener bajo control. Sin tener en cuenta que es lo único que nos puede rescatar de la desesperanza, lo único que nos puede hacer pensar y creer que no todo se perdió, con un partido de fútbol, o con un amor.....



Es creo, lo que tratamos de hacer, todos los días, en nuestra práctica clínica. Darle lugar al deseo que se escucha, en la palabra de quien nos consulta. No capturarlo en estándares y prefiguraciones que sólo sirven para generar culpa y agrandar cada vez más, aún, la brecha que separa la salud de la enfermedad.



Héctor, marzo de 2010

3 comentarios:

marité dijo...

perdón por la imagen......pero el corazoncito canalla comanda!!!!!!
los leprosos que aguanten.....je, je!

Unknown dijo...

"Hijos nuestros!", ésa siempre me llamó la atención, poner al hijo en el lugar del derrotado, que no supere (en victorias ¿amorosas?) al padre omnipotente y matador (Kempes!)

Mariano Cordera

marga dijo...

Hola Héctor, es muy bueno el artículo y aunque parezca elogio facil no lo es. En primer lugar, me pasa que cuando leo escritura de psicoanálisis a veces me molesta alguna cosa un tanto rebuscada o que se regodea, y en tu artículo no hay nada de eso. Segundo: creo que está muy bien relatado, simple. accesible y a la vez es muy profundo. tiene mucha claridad. Es, para mi criterio, una crónica que pone en juego el debate entre el deseo y la necesidad