miércoles, 10 de febrero de 2010

LAZO MIGRATORIO – EXTRANJERIDAD. Por Vivianna Guigui

En éste trabajo intentaré mostrar, parcialmente , algunos registros sobre el impacto migratorio, o sea que si nos ubicáramos temporalmente serían los primeros tiempos del migrante.

También destacaré la diferencia entre migrar e inmigrar.

Y la diferente posición conceptual e ideológica entre los procesos de absorción / asimilación y la posible incorporación .

Entendiendo a éstos o a algunos significantes como pudiendo ser más o menos solidarios a el fortalecimiento del Malestar en la Cultura del proceso inmigratorio.

Estas singulares vivencias e ideas que pretendo transmitir aquí, serán también desde mi propia implicación., cuestión inevitable, dado que he migrado e inmigrado en dos oportunidades y en ambos países trabajé en la problemática inmigratoria hispano-parlante.

La primera fue en Toronto / Canadá y la segunda en Israel., donde fui parte de un grupo de trabajo exitoso y del que hoy conservo amigos muy queridos.

Exitosos no solo fueron los resultados obtenidos y el camino que transitamos, sino que me sirvió terapéuticamente., dado que mientras me trabajaba - trabajaba para otros y con otros.

Variables éstas, que estuvieron muy lejos del aislamiento y del borramiento de mi experiencia profesional con la que llegue a Israel., de lo cuál se desprende mi profundo agradecimiento a éstos amigos.

Un extranjero puede ser alguien que está de tránsito, o que transitoriamente es extraño.

Pero un inmigrante que pretende serlo y lo más rápido posible (tal vez allí radique el mayor costo singular) es alguien ajeno al malestar de esa cultura.

Ajeno en la “nueva cultura” sería lo esperable tanto para el recién llegado como para el que lo recibe, lo llamativo del tema es el andamiaje instalado para que este fenómeno no se note o se note lo menos posible.

Como si esa fuera la expectativa y cuanto antes se logre mejor.

He conocido gente que pudo resistir estos significantes, pero la mayoría no, inmersos en un fuerte sufrimiento ante tanto cambio y perdida, conservan la ilusión que cuanto antes desaparezca lo propio diferente, ajeno y extranjero, mejor les irá.

Hay políticas inmigratorias que se sostienen en el basamento de la asimilación., es decir que el sistema intenta devorar lo hetero, en pos de una misión cuasi religiosa.

La pregunta podría ser:

¿ dejarás que te llame hermano…?

¿ serás mi prójimo…?

…y no mi próximo, dado que eso supone una aproximación mas real y simbólica.

Y no vivir de la ilusión imaginaria , que el tiempo ( asimilación mediante ) transforme al otro en uno más de los míos.

Te recibo para poseerte.

Deseo citar un fragmento de un psicoanalista argentino Carlos Quiroga, sobre unas clases de Tótem y tabú., el hace referencia a la ley de hospitalidad en los griegos.

“… La ley de hospitalidad en los griegos era la ley más importante que había. Era una ley no escrita, la ley fundante de la filia y de la polis., es la ley que comprende la cuestión del huésped y de lo extraño.

El extranjero si era hospedado en la casa de alguien, se convertía en huésped, y esta entidad de huésped era la relación y el lazo más fuerte que podía existir, al punto tal, de encontrarse en el campo de batalla, no podían matarse…

…para los griegos no hay posibilidad de asimilación. Una gota de agua que cae en la tierra sigue manteniendo su sustancia de gota de agua.

Por lo tanto, aquello que yo voy a comer no pierde su identidad, su sustancia…en este sentido es que el extranjero se mantiene en su identidad de extranjero.

Al huésped no se le exige ninguna asimilación…”

En cambio la incorporación supone ya otros términos, hay algo de la falta y del vacío que esta en juego y no soporta borramientos, dado que como sistema no podría operar sin el vacío, la incorporación funciona con lo que tomo y descarto.

Este devenir supone un gasto en la estructura social que no estará ni completa ni cerrada , habrá perforaciones y fisuras por dónde entrar y salir.

Podremos entonces ser diferentes , más cercanos, mas lejanos, como en cualquier sitio dónde vivamos y nos convidemos para la fiesta y el entierro, para los nacimientos y los trabajos , para convivir.

Claro que tal vez ésta mirada parezca utópica aún en el barrio y seguramente lo sea.

Pero para un migrante todo es quasi conocido y muy diferente., lo cual hace volver presente y muy vívido, lo propio. Que en la condición previa a migrar eso no contaba.

O sea estamos a flor de piel y se nos demanda hacer de esa herida, callos rápido.

Muy difícil, costoso y de un fuerte impacto psíquico.

Ya que no es vivible cultura sin malestar ¿qué suerte de esquicia, hace tolerable la migración?

Creo que ésto mismo, la esquicia, la escisión del sujeto y no el sujeto dividido.

La esquicia migratoria, descansa relativamente al sujeto, ya que desconoce del malestar cultural., pero lo agota tener que conocerlo.

Entonces aparecen múltiples sintomatologías y múltiples tratamientos.

Podríamos decir que a mayor política inmigratoria, mayor inversión de recursos en salud y educación., dos pilares de absorción cultural.

He visto gente padecer enfermedades y estar cada vez más atrapados en el sistema de salud., que le sería imposible sostener económicamente en su país de origen.

Como si migraran para enfermar en un sistema de salud público.

El malestar de una cultura, para un inmigrante (y aquí cada cual pondrá un tiempo) es casi desconocido, por ajeno.

Tal vez esa supuesta enajenación tramita y descansa al sujeto del impacto traumático del migrar.

Por que a pesar de todo y por su propio peso no somos aves y vaya a saber que les suceden a ellas cuando migran.

A veces migramos con la firme intención de inmigrar., o creemos que es lo mismo. Considero que migrar es trasladarse e inmigrar es adentrarse en la cultura a través de sus instituciones.



Entiendo al proceso de asimilación como una propuesta de desubjetivar al sujeto (y la variable tiempo aquí funciona como éxito o fracaso) para ser “comido” por la cultura, cuanto mas rápido y con menores costos se logre dicho metabolismo será mas aceptado por el resto.

Me escindo de lo que fuí, o lo comparto con los míos (léase: idioma, libros, comidas, chistes, ídolos, próceres, música etc.) o sea su cultura.

Hay que poder ser extranjero para conocer, aún en el barrio, mucho más en otro país.

Si nos permitiéramos ser más extranjeros, creo que cedería bastante la presión y la impostura de ser un otro / nacional.

Por eso asimilación e incorporación son a mi gusto dos posiciones diferentes de categoría e ideología.

El primero hasta puede ser pautado cronológicamente, el segundo implica otro tempo singular y optativo.

¿Por qué optativo aún en tiempos tan globalizados?, por que aún en las condiciones más adversas se puede saber porque uno está donde está y hace lo que hace, a diferencia de estar y hacer solo lo que se espera de uno.

Compartir un discurso o que un discurso entre en relación a otros y no la globalización del discurso. Implicarse e indagar sobre las implicaciones, sería tal vez

una entrada “más feliz” y menos ciega al discurso oficial., ya que no podemos aislarnos de él , vivimos en él .

Es probable, que en los peores momentos y situaciones, poder trabajar y trabajarse desde estos lugares nos aleja del infantilismo y la alienación.

Porque las políticas estatales de “ absorción” …vaya término…muchas veces en pos de ayudar, acelerar tiempos, recomponer situaciones familiares, económicas etc., de el inmigrante, los asisten como niños proveyéndoles hábitat, comida, dinero, educación , salud …el paraíso.

El paraíso puede ser también la añoranza de lo que perdió, o el ideal de lo que imaginó, con lo cual y por eso surgen los conflictos, nunca concuerda el ideal con la realidad.

He visto que ante semejante dispositivo, hábitat, educación, dinero etc., gente sumida en profundas depresiones, o en posturas muy quejosas y demandantes.

Al mismo tiempo es de un alto costo subjetivo y económico para la sociedad que recibe al emigrante.

Una de las preguntas que recuerdo de los trabajadores sociales era ¿Qué quieren? ¿Qué piden?¿ Por qué no les alcanza?

Y aquí podemos observar algún costo migratorio, si lo que se espera es construir una suerte de impasse entre lo que era y lo que tendré que absorber y asimilar para re-insertarme nuevamente; se puede ver allí un corte y un tiempo que no es del orden de lo subjetivo o simbolizante , más bien del orden de lo traumático.

Donde el sujeto acumula perdidas como si ese fuera su único destino y a veces como si pagara con su sufrimiento algunas culpas que lo trajeron al lugar actual ., entonces allí lo propio pasa al terreno de lo privado y lo público es más distante y ajeno. En cambio los países que no poseen política estatal de absorción, cada sujeto debe cumplir con los requisitos legales como su ciudadanía o residencia permanente, además podrá contar o no con conocidos y referencias , pero una vez llegado , migrado , deberá buscar trabajo, hábitat, sus lugares de pertenencia., como en su lugar de origen., lo cual esta situación lo posiciona en un nivel de mayor paridad con el resto y lejos de debilitarlo lo fortalece, lo hace entrar …que es distinto a estar pidiendo permiso todo el tiempo por ser nuevo, diferente , ajeno .



Entrar, es a mi modo de ver, reconocerse en principio y hasta que el sujeto decida otra cosa., como extranjero.

Los tiempos subjetivos son singulares y no solo sociales; ante un impacto de ésta magnitud un sujeto puede reaccionar en diferentes formas y direcciones, como antes de emigrar, solo que ahora esta sujeto a esa experiencia, a ese impacto, lo menos favorable a mi modo de ver sería favorecer una suerte de repliegue subjetivo, que puede conducirlo a una instancia hasta ser extranjero de si mismo.

No olvidemos que los procesos totalitarios represivos, han trabajado groseramente y sutilmente en esa dirección.

Cuánto de lo “privado “se confundió con lo íntimo.

Cuánta endogamia se desplegó ante el terror de lo público…que estaba privado.

Allí lo ajeno y extranjero era el sujeto, y lo que crecía y aumentaba casi ominosamente era ese sistema de asimilación…todos debimos ser “derechos y humanos “…al menos en Argentina.

Tuvo que pasar tiempo, mucha actividad de otros derechos humanos, para que en sentido regrediente, como en los sueños algo de lo traumático, saliera a escena nuevamente y cada uno hiciera algo con eso.

Ya finalizando esta parcial mirada del impacto migratorio, deseo focalizar otra alternancia, y me refiero que no cualquiera emigra, hay que tener con que hacer esa experiencia, y solo ante ese impacto uno sabe con lo que cuenta.

Por que también es para contar, sumar y restar lo que se pone en juego, es una operación psíquica muy vital, que si el sujeto puede ir simbolizando e ir eligiendo, su despliegue subjetivo volverá a ser ya una cuestión más propia, como en su lugar de origen.

Muchas gracias.

Viviana Guigui.

Enero, 2007

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