martes, 19 de enero de 2010

Los tiempos que corren....y los canallas. (Para Psicoanálisis en la calle)

Amigos enredados: Los acontecimientos de nuestro tiempo hacen revitalizar una categoría que Lacan sitúa en el seminario XVII: el canalla y su acción: la canallada.
Me parece interesante que intentemos pensar lo que nos acontece dentro de nuestro discurso, ya que si hay una política en el psicoanálisis es justamente la que lleva a la interpretación.
Publico un texto de un colega de Salta, que ha investigado sobre el tema.

Marité Colovini






LA CANALLADA Y LOS CANALLAS DE NUESTRO TIEMPO



El texto comienza con una referencia de Lacan sobre la canallada: "proponerse como Otro del Otro para manipular el deseo de los demás", para ubicar, seguidamente, su forma contemporánea: el sistema evaluativo. Posteriormente, se establece una correlación entre la posición canalla con la noción de psicopatía y su distinción con la posición perversa. Finalmente, se proponen algunas figuraciones contemporáneas posibles de pequeños y grandes canallas: dirigentes, predicadores, el político corrupto, el jefe de banda delictiva y el analista canalla.



Por Juan Pablo Mollo

FUENTE: http://www.psicosalta.com.ar/joomla//index.php?option=com_content&task=view&id=132&Itemid=1





Al intentar conceptualizar la posición canalla el problema que surge inmediatamente es que "canallada" y "canalla" son nociones en Lacan usa muy discretamente. No obstante, hay una referencia cierta en El reverso del psicoanálisis donde otorga la siguiente definición: toda canallada se basa en querer ser el Otro del Otro de alguien para manipular sus deseos. En consecuencia, el canalla proclama la verdad desde el lugar del Otro para operar sobre los deseos de los otros.

Tales afirmaciones surgen de un comentario sobre las proposiciones en tanto hechos del Tractactus logico-philosophicus. Una obra del primer Wittgenstein que culmina en la preposición: "de lo que no se puede hablar hay que callar", anulando así la dimensión de la verdad, la metafísica, el ser, el sentido etc. En efecto, si las proposiciones del Tractactus logico-philosophicus resultan tautológicas y no hay modo de salir del lenguaje de los hechos, entonces: "no hay metalenguaje"; pero, por otro lado, la estructura gramatical como encadenamiento significante sin sujeto de la verdad, es la psicosis misma. En resumen, como no hay Otro ni metalenguaje, el canalla se propone como Otro para manipular a quien haga de su deseo, el deseo del Otro.



Ahora bien, la gran canallada en la época del Otro que no existe es, inexcusablemente, la científica; la cual, establecida toda como verdad por el mercado multinacional, capta el deseo de todos proponiéndose como Otro del Otro. Incluso E. Laurent, ha titulado a un trabajo suyo psicopatía de la evaluación, lo que permite entrever, como expresión de una gran canallada, al mismo sistema evaluativo. Asimismo, como indica Lacan, también existe la "canallada filosófica “como un saber sistemático, un sistema o una doctrina que se propone como verdadera para los demás.



En contrapartida, el sujeto contemporáneo manifiesta una desconfianza cínica hacia toda ideología pública, pero se deja llevar, sin contradicción, por fantasmas paranoicos de supuestas conspiraciones políticas, económicas o religiosas, - por ejemplo: el SIDA es resultado de un laboratorio secreto de la CIA, los francomasones dominan el mundo -, y así la desconfianza en el Otro termina en la confianza en el Otro del Otro invisible e impenetrable que maneja los hilos del mundo. De esta forma, se hace consistir a una canallada política en la subjetividad cínico posmoderna de nuestros días. Y según argumenta Zizek, la violencia contemporánea es la tentativa de golpear ese insoportable exceso de goce que se agrega al Otro convirtiéndolo en un Otro del Otro.



Las psicopatías y sus clasificaciones inherentes tienen una tradición importante en la psiquiatría y en el psicoanálisis de la IPA. En su conjunto, tales enfoques han destacado especialmente el rasgo de "manipular", el cual, ha quedado a nivel fenoménico y social como la característica más sobresaliente del psicópata. Desde esta simple perspectiva, habría una analogía entre el psicópata y el canalla, aunque este último es más específico.



En Introducción teórica, la categoría de psicopatía le interesa a Lacan a partir de su indagación sobre el superyó como articulador del sujeto con la ley desde un alcance subjetivo y antropológico. Sin embargo, en su vasta enseñanza no la considera una entidad nosográfica y tampoco le otorga un valor clínico alguno.



Por otro lado, la posición canalla se distingue del método perverso: el canalla ocupa el lugar del Otro para manipular al otro, mientras que el perverso ocupa el lugar de objeto para alcanzar la división subjetiva en el partenaire y así alcanzar el goce del Otro. La cuestión última del perverso es con el gran Otro encarnado en el semejante-víctima que, por estar sometido a la escena sistemática, pierde su fachada imaginaria ofreciendo señales de angustia y presentando lo que es absolutamente Otro. En efecto, con una voluntad decidida, el objetivo del fantasma perverso es el goce del Otro y el medio es su identificación instrumental, pasando por la angustia del partenaire. Por otra parte, la noción de canalla puede combinarse con la estructura perversa y psicótica, por ejemplo: una voluntad canalla del perverso posicionado como instrumento del goce del Otro que puede virar hacia el lugar del Otro del Otro; o individuos asesinos que resultan suplencias perversas o compensaciones canallas de la psicosis.



Indudablemente, al negar toda implicación con la culpa y la responsabilidad, la posición canalla resulta antinómica a la rectificación subjetiva; justamente, un rasgo característico del canalla es que "siempre se inventa disculpas para todo". Asimismo, un canalla que siempre encuentra justificaciones para sus actos sin culpa ni responsabilidad alguna, puede ser perfectamente compatible con la normalidad social y política. Resulta frecuente que el canalla se enmascare detrás de una autoridad en la que no cree y desde allí comenzar a ejercer una influencia sobre el otro. Ciertamente, los individuos manipuladores del deseo no se corresponden con el delincuente común ni el asesino criminal sino con predicadores, dirigentes, terapeutas etc. Al respecto, puede distinguirse al pequeño y ambicioso canalla inmerso en una lógica de éxito y fracaso, de un canalla mayor que, sobre el derrumbe del deseo propio y ajeno, se entrama en el ejercicio del poder para manejar las realidades de los otros. Y como afirma Miller, el perfecto canalla es un Stalin, el hombre de acero, intocable, cerrado sobre sí mismo, sin escrúpulos ni decencia, sin vacilación ni falta en ser. Desde luego, el esplendor del canalla y su brillo maléfico provienen de no aceptar ni al Otro con mayúsculas, que no es más que una ficción, ni a los otros, que no valen nada.



Finalmente, el canalla de nuestros días podría figurarse polarizadamente entre el corrupto y el jefe de una banda de delincuentes. Obnubilado por la ambición, el político corrupto, no deja de camuflarse en los gobiernos democráticos, ni de delinquir, ni de fingir ser un hombre trabajador y honesto para aprisionar el deseo de los otros. De modo semejante, el cabecilla de "cuello blanco" no actúa él, sino que hace actuar a los demás; por ejemplo, un gran canalla no es quien roba los autos sino el administrador tanto del desarmadero como del dinero de quienes trabajan para él. Se trata del psicópata líder de organizaciones delictivas cuya actitud es introvertida, misteriosa y planificada



El canalla corrupto es equivalente a la forma de psicopatía "encubierta" del hombre de negocios, el hombre mundano, el científico e inclusive el psiquiatra mismo: su fachada es normal pero es la típica máscara del psicópata. Y en otro rango puede incluirse también al analista pequeño canalla como aquel que manipula el deseo de sus analizantes para que reproduzcan su lugar de poder por el poder mismo.



En definitiva y más allá de las figuraciones, el gran canalla es aquel que sabe que el Otro de la ley es un semblante y no se detiene en la manipulación de los otros, ni en sus acciones de goce por ningún ideal. Es aquel individuo que, independientemente de cualquier distinción social, pretende existir por fuera del Otro de la ley, excepto cuando ocupa un lugar de poder y pone las reglas del juego para los demás.

1 comentario:

Emil Liebensohn dijo...

muy bueno el artículo y esclarecedor.Como dice Miller: el perverso no se disculpa de lo que no puede abstenerse de hacer...